Hate (II Parte)

domingo, 4 de septiembre de 2011

Un espeso líquido escarlata manaba de mi pecho. Arranqué la ropa que lo cubría, pero cual fue mi sorpresa al descubrir que no había ninguna herida. Al menos no física.
Mi garganta se convulsionó en un grito gutural. Un grito cargado de odio. Todo mi cuerpo se encontraba cubierto de sangre. Y mi mente disfrutaba con ello.
Intenté eliminar aquel líquido vital, pero todo fue inutil. Exteriormente, mis ropajes se encontraban limpios, así como mi piel. Pero mi alma era ahora un cúmulo de sangre, odio y dolor.

Acerqué mi rostro al espejo mas cercano. Una siniestra imagen me devolvió la mirada. Mis ojos se encontraron con un reflejo distorsionado. Cristales rojos se cernían en torno a unas pupilas similares a pozos sin fondo. Pupilas que contenían el odio de todas las almas condenadas al infierno.
Una sádica sonrisa afloró en mis maltrechos labios. La noche era eterna. Y los depredadores cazan mejor en la oscuridad.

Sentí una punzada de remordimientos en lo mas profundo de mi alma. Mi antiguo Yo no aprobaba mi nueva condición de cazador. No aceptaba que me habían roto el corazón y convertido en aquello que siempre odié.
No le hice caso y me perdí en la ciudad en busca de presas.

Borracho de poder me precipité sobre todo mortal que encontraba a mi camino. Sabía utilizar bien mis armas. Esbozar sonrisas en el momento oportuno. Mirar a los ojos cuando la otra persona lo necesitaba y dejar caer alguna que otra frase conmovedora. En poco tiempo tenía a mi objetivo comiendo de mi mano. Para luego ofrecerle veneno y ver como moría lentamente.

Siempre jugaba con mi presa como un gato con un ratón, hasta que me cansaba y la aplastaba de un zarpazo. Nunca caía en la trampa de implicarme en el juego. Sabía bien como jugar.
Hasta que apareció ella. Una chica inocente y demasiado buena para ser tan pequeña. Me hizo caer en el juego. Arriesgar mi condición de depredador en tiradas imposibles.

Pero al Demonio no le gusta que utilicen a sus peones. Así que tan pronto como advirtió mi situación puso fin a ella. Me infligió un castigo tan severo que volví a ser la bestia de antaño.
Y decidí poner fin a lo que mi irresponsabilidad había empezado. Demasiado tarde para eso. La pequeña parte de mi alma que quedaba sana se desgarró completamente y me dejó sumido en la mas delirante oscuridad.

Echo de menos la cacería. Pero se que no puedo volver a ella. No puedo ser el animal en el que me convertí. Mi cuerpo roto debe descansar.

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